El agradecimiento surge cuando una persona se siente en deuda con otra porque le ha procurado algún bien, le ha prestado un servicio o le ha hecho algún regalo.
Las personas agradecidas se alegran por los bienes recibidos, los reconocen y están dispuestas a corresponderlos.
No se trata de devolver favor con favor ni regalo con regalo, sino de sentir y expresar admiración y gratitud por las calidades humanas de quienes nos honran con sus dones.
Cada uno tiene siempre mucho que agradecer, y cuidar lo recibido es una forma de hacer evidente nuestro reconocimiento. Entre los bienes que más agradece el hombre se encuentran la vida, la salud, la amistad, la lealtad y las enseñanzas de sus antecesores.
La gratitud y el reconocimiento son los mejores regalos que puede recibir una persona en cualquier época y lugar del mundo.
Para ser agradecidos...
Admitamos que necesitamos a los demás.
Reconozcamos las obras de los otros.
Incluyamos en nuestro lenguaje expresiones de agradecimiento.
Aceptemos que muchas de las cosas buenas que tenemos se deben a lo que otras personas nos han dado: amor, protección, cuidado, talento, sabiduría.
La ingratitud…
El ingrato se caracteriza porque ignora o pretende ignorar el bien que le hacen los demás. Está tan acostumbrado a obtener siempre lo mejor para sí, que no le es nada fácil reconocer los méritos ajenos. Los favores que recibe, lejos de inspirarle agradecimiento, le inspiran rencor.
La ingratitud puede provenir también de una especie de descuido. En este caso, aunque no hay mala fe, no deja de ser triste porque produce desconsuelo en aquellos que se esmeran por hacernos el bien sin obtener nunca la más mínima voz de aliento ni el más mínim signo de reconocimiento por parte nuestra.
Obstáculos para el agradecimiento...
La vanidad, que impide a muchos reconocer el aporte de los demás en sus propios logros.
La costumbre de encontrarle defectos a todo, que lleva a desconocer, por detalles sin importancia, lo valioso de un esfuerzo o los méritos de un trabajo bien hecho.
La envidia y el resentimiento, que hacen tomar como ofensa las bondades recibidas de los otros.
La falta de humildad y de grandeza, que hacen ver el agradecimiento como una muestra de debilidad.
Los agradecidos son honestos, humildes, generosos, grandes, justos, ecuánimes.
Los desagradecidos son soberbios, egoístas, negligentes, avaros, desleales.
Gestos valiosos
La alegría de dar las gracias
En los seres humanos la expresión del agradecimiento adopta las formas más encantadoras, variadas y curiosas. Cada cultura tiene las suyas, pero hay unas que son comunes a todas, como la sonrisa, el abrazo, el apretón de manos, los besos y la inclinación de cabeza, entre muchas otras.
Lo mismo sucede en el terreno del lenguaje. Hay idiomas que no dominamos en absoluto, cuyos sonidos nos son completamente desconocidos y extraños y, sin embargo, sabemos decir “gracias” en ellos.
Esto es así porque el agradecimiento está por encima de las barreras culturales, de idioma, raciales, geográficas.
Dar las gracias es, sin duda, uno de los gestos más alegres y hermosos de que es capaz el ser humano.
Proverbios…
“Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud.”(Jean de la Bruyère)
“Más agradecido que el que recuerda un favor recibido, es aquél que olvida el beneficio y recuerda al benefactor”.
“Si confieres un beneficio, nunca lo recuerdes; si lo recibes, nunca lo olvides”. (Quilón)
“El agradecimiento es una cosa buena que todos debemos poner en práctica, no importa qué tan grandes o pequeños seamos”. (Esopo)
De la sabiduría popular:
“Cada cual da de lo que tiene”, “Hoy por mí, mañana por ti”, “El que es agradecido también es generoso”, “A caballo regalado no se le mira los dientes”, “Algo es algo, peor es nada”.
“No hay deber más necesario que el de dar las gracias”. (Marco Tulio Cicerón)
AHORA COMO SIEMPRE QUE ESCRIBO SOBRE VALORES ANEXO UN CUENTO, HOY NO PUEDE FALTAR.
El gran lío del pulpo
Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba tratando de atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había hecho un enorme lío con sus tentáculos, y no podía moverse. Trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue imposible, así que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza que le daba que le vieran hecho un nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que se ofreció para ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo se sintió aliviadísimo cuando se pudo soltar, pero era tan tímido que no se atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su amigo, así que simplemente le dió las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda la noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho amigo de aquel pececillo tan amable.
Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas rocas, cuando notó que todos nadaban apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme pez que había acudido a comer a aquella zona. Y ya iba corriendo a esconderse, cuando vio que el horrible pez ¡estaba persiguiendo precisamente al pececillo que le había ayudado!. El pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el pez grande era tan peligroso que nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo que el pececillo había hecho por él, sintió que tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un momento, se lanzó como un rayo, se plantó delante del gigantesco pez, y antes de que éste pudiera salir de su asombro, soltó el chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y corrió a esconderse entre las rocas. Todo pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de reaccionar, pero enseguida se recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo y al pez para zampárselos, cuando notó un picor terrible en las agallas, primero, luego en las aletas, y finalmente en el resto del cuerpo: y resultó que era un pez artista que adoraba los colores, y la oscura tinta del pulpo ¡¡le dió una alergia terrible!!
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos lo peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el pececillo les contó que él había ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca había conocido a nadie tan agradecido que llegara a hacer algo tan peligroso. Al oir esto, los demás peces del lugar descubrieron lo genial que era aquel pulpito tímido, y no había habitante de aquellas rocas que no quisiera ser amigo de un pulpo tan valiente y agradecido.
Autor.. Pedro Pablo Sacristán
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