La gratitud es el sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera. Amistad. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Confianza. Esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Fidelidad. Observancia de la fe que alguien debe a otra persona.
El agradecimiento surge cuando una persona se siente en deuda con otra porque le
ha procurado algún bien, le ha prestado un servicio o le ha hecho algún regalo.
La persona agradecida se alegra por los bienes recibidos, los reconocen y están
dispuestas a corresponderles. No se trata de devolver favor con favor ni regalo
con regalo, sino de sentir y expresar admiración y gratitud por las cualidades
humanas de quienes nos honran con sus dones.
Cada uno tiene mucho que agradecer, y cuidar lo recibido es una forma de hacer evidente nuestro reconocimiento. Entre los bienes que más agradece el hombre se encuentra la vida, la salud, la amistad, la lealtad y la enseñanza de sus antecesores.
La gratitud y el reconocimiento son los mejores regalos que puede recibir una persona en cualquier época y lugar del mundo.
Cada uno tiene mucho que agradecer, y cuidar lo recibido es una forma de hacer evidente nuestro reconocimiento. Entre los bienes que más agradece el hombre se encuentra la vida, la salud, la amistad, la lealtad y la enseñanza de sus antecesores.
La gratitud y el reconocimiento son los mejores regalos que puede recibir una persona en cualquier época y lugar del mundo.
PARA SER
AGRADECIDOS...
• Admitamos que necesitamos a los demás.
• Reconozcamos las obras de los otros.
• Incluyamos en nuestro lenguaje expresiones de agradecimiento.
• Aceptemos que muchas de las cosas buenas que tenemos se deben a lo que otras personas nos han dado: amor, protección, cuidados, talento, sabiduría.
Su opuesto es
• Admitamos que necesitamos a los demás.
• Reconozcamos las obras de los otros.
• Incluyamos en nuestro lenguaje expresiones de agradecimiento.
• Aceptemos que muchas de las cosas buenas que tenemos se deben a lo que otras personas nos han dado: amor, protección, cuidados, talento, sabiduría.
Su opuesto es
Luz interior
Hay quienes creen que todo lo bueno que tienen lo han
conseguido solos. Por orgullo o, a veces, por simple desatención, no saben
reconocer el apoyo que les dieron los demás en un momento o circunstancia
determinados. Esas son las personas desagradecidas. Aunque parezca increíble
pueden llegar al extremo de criticar o incluso hacer daño a quienes los
ayudaron. A veces se cierran todas las puertas. A veces no, pues la generosidad
nunca termina. Sin embargo, como no saben experimentar agradecimiento, se
sienten solos, no descubren que los demás los quieren y que merecen ese cariño.
Su malestar crece a cada día y los entristece. El que agradece abre las cortinas
de su alma: permite que entre el sol y proyecta hacia afuera su propia luz.
Viviendo el valor
El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona
experimenta aprecio y reconocimiento por otra que le prestó ayuda. No consiste,
necesariamente, en “pagar” ese favor con otro igual, sino en mostrar afecto y
guardar en la memoria ese acto de generosidad. Más que centrarse en la utilidad
práctica del servicio recibido, pondera la actitud amable de quien lo hizo.
Aprende a dar las gracias
Ya hemos visto qué es la responsabilidad: aplicarnos con
dedicación a lo que nos corresponde; por ejemplo, que el señor barrendero limpie
la calle sin dejar un solo papel. Ya vimos también qué es la generosidad: cuando
damos más allá de lo que nos corresponde. Por ejemplo, el maestro que se
preocupa por explicarnos de nuevo lo que todos ya entendieron.
La alegría que esos favores despiertan en nuestro corazón se
llama gratitud. Se manifiesta hacia afuera cuando decimos “gracias” con una
sonrisa, cuando le hacemos saber a la persona que nos ayudó lo importante que
fue para nosotros ese detalle inesperado (no importa si fue un objeto, un
consejo o un pañuelo desechable cuando nos vieron llorar). Pero la gratitud no
se reduce a una palabra ni se queda en la superficie: enriquece y transforma
nuestra vida cuando mantenemos presente ese acto de afecto para con nosotros. A
través de ella nos sabemos queridos por los demás. A través de ella, sabemos
querer a los demás.
Para la vida diaria
·Aprende a usar la fórmula que no falla. “Por favor” indica que
pedimos algo especial. “Gracias” indica que reconocemos la ayuda.
·Piensa y reconoce todo aquello que recibes de los demás. Exprésalo a tu estilo: con palabras, con un abrazo, con un carta.
·Piensa y reconoce todo aquello que recibes de los demás. Exprésalo a tu estilo: con palabras, con un abrazo, con un carta.
·Ve construyendo una cadena de favores: cuando tu recibas uno,
haz otro, y pide a esa persona que siga extendiendo la red de ayuda y
gratitud.
·No agradezcas sólo los bienes materiales. La ayuda que va más allá de los objetos es tal vez la más valiosa.
·No agradezcas sólo los bienes materiales. La ayuda que va más allá de los objetos es tal vez la más valiosa.
Por el camino de la gratitud
·Vence tu orgullo, piensa en quienes te han dado la mano a lo
largo de la vida. Comprende que te ayudaron a ser quien eres.
·La gratitud no es un intercambio de objetos: “tú me diste, yo te di”. Significa, más bien, “tú te esforzarte por mí, yo estoy dispuesto a hacerlo por ti.”
·No sólo hay que dar las gracias a quienes están vivos y cerca de nosotros. Reconoce en tu corazón a quienes te ayudaron aunque no vivan o se encuentren lejos.
·La gratitud no es un intercambio de objetos: “tú me diste, yo te di”. Significa, más bien, “tú te esforzarte por mí, yo estoy dispuesto a hacerlo por ti.”
·No sólo hay que dar las gracias a quienes están vivos y cerca de nosotros. Reconoce en tu corazón a quienes te ayudaron aunque no vivan o se encuentren lejos.
Ahora como siempre les comparto u cuento acerca de este valor.
EL LEÓN Y EL RATÓNLuego de una dura jornada de caza el
león se echó a descansar debajo de un árbol. Cuando se estaba quedando dormido,
unos ratones se pusieron a jugar a su alrededor. De pronto, al más travieso le
dio por esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte que lo
despertó. Muy malhumorado, el león agarró al ratón entre sus garras.
¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, bicho miserable? ¡Voy a darte tu merecido! rugió abriendo de par en par sus enormes mandíbulas, dispuesto a engullirse al ratoncito de un mordisco.
Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas ir te estaré eternamente agradecido alcanzó a decir el pequeño roedor, tan tembloroso de miedo que al león le pareció cómico, y hasta simpático.
¡ja, ja, ja! se carcajeó de buena gana el león. ¡Una pequeña cosa como tú ayudándome! ¡no me hagas reír!
Pero la pequeñez de ratón y su miedo a ser comido lo conmovieron y terminó dejándolo ir. Semanas más tarde, el león cayó en la red de unos cazadores ilegales. Su rugido de angustia resonó por la selva entera y llegó a oídos del pequeño ratón, el cual, sin pensarlo dos veces, corrió en su ayuda. Al verlo el león le dijo:
Hola amiguito ¡qué alegría verte! mira la situación en que me encuentro. Pronto vendrán los cazadores y me matarán. No te preocupes, león. Tú me dejaste vivir, y eso es algo que no se olvida.
Apenas dijo esto, cortó con sus pequeños y afilados dientes el nudo de la red que apresaba al león y lo dejó libre.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, bicho miserable? ¡Voy a darte tu merecido! rugió abriendo de par en par sus enormes mandíbulas, dispuesto a engullirse al ratoncito de un mordisco.
Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas ir te estaré eternamente agradecido alcanzó a decir el pequeño roedor, tan tembloroso de miedo que al león le pareció cómico, y hasta simpático.
¡ja, ja, ja! se carcajeó de buena gana el león. ¡Una pequeña cosa como tú ayudándome! ¡no me hagas reír!
Pero la pequeñez de ratón y su miedo a ser comido lo conmovieron y terminó dejándolo ir. Semanas más tarde, el león cayó en la red de unos cazadores ilegales. Su rugido de angustia resonó por la selva entera y llegó a oídos del pequeño ratón, el cual, sin pensarlo dos veces, corrió en su ayuda. Al verlo el león le dijo:
Hola amiguito ¡qué alegría verte! mira la situación en que me encuentro. Pronto vendrán los cazadores y me matarán. No te preocupes, león. Tú me dejaste vivir, y eso es algo que no se olvida.
Apenas dijo esto, cortó con sus pequeños y afilados dientes el nudo de la red que apresaba al león y lo dejó libre.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Bueno amigos nos encontramos en la próxima.
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